San Antonio de Padua

Renovada por dentro y por fuera. La iglesia de San Antonio de Padua, más conocida por el nombre de la orden de sus responsables, los Hermanos Capuchinos, ha permitido recuperar un aspecto más acorde con las formas originales del templo, levantado en 1941, pero perfectamente adaptado a las necesidades del siglo XXI.

Por fuera hace tiempo que se aprecian las mejoras realizadas en el marco de la reforma. Por una parte, las fachadas laterales han recuperado su color original, el gris del mortero con granito que había quedado oculto en 1980 bajo un acabado de ladrillo visto. Por otra, los dieciséis contrafuertes, que asoman ocho a cada lado, han ganado presencia gracias a un recubrimiento con chapa negra que les hace destacar sobre el fondo. La solución, al margen de este notable efecto visual, permite aislar la piedra de los agentes externos y evita filtraciones de agua que pudieran dañar la piedra.

Ya en el interior, los seis grandes arcos que dan soporte al cuerpo central del templo se destacan también en negro sobre una bóveda completamente blanca -se ha eliminado la cenefa que la recorría-, sin más ornamento que las cristaleras de los doce lunetos que surten la sala de luz natural. Del techo, sobre el pasillo central, cuelgan las nuevas lámparas que destacan, como todo el conjunto, por la sencillez y el minimalismo.

También ha habido cambios notables en el altar, punto central de toda ceremonia en el templo. Desaparece todo barroquismo para dejar tan sólo presidiendo junto a los oficiantes el crucifijo de hierro firmado por Joaquín Rubio Camín y la figura de San Antonio de la que también

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